Vivir en Francia

Ya merito

Desde el maravilloso viaje a México en octubre pasado no hemos tomado vacaciones y la acumulación de cansancio por esta temporada de trabajo y rutina nos pesa. Además ha sido un año raro para nosotros. No ha sido malo o bueno si no extraño porque hemos tenido cambios, varios fracasos y -por fortuna- algunas victorias. Nada grave; así es esto de «vivir».

La peor no es tanto la fatiga física si no la mental. En mi caso se manifiesta por una incapacidad casi técnica, para hacer las cosas que me gustan.

Me gusta empezar el día a eso de las cinco de la mañana porque es el momento idóneo para hacer lo que quiero sin ser interrumpida – sobre todo desde que soy mamá. A esas horas hasta el perro duerme y yo gozo del silencio y escribo, leo, me pinto las uñas o tomo mi café sin prisas… Pero llevo algunas semanas despertando a duras penas con la tercera alarma programada en el teléfono.

Tengo meses sin escribir y hasta abandoné este espacio – que tanto bien me hace- por falta de tiempo. El bendito tiempo que se distribuye en imperativos y obligaciones…

Los ratos libres durante el verano los aproveché afuera y acepté todas las invitaciones que me llegaron para disfrutar de amigos y familia. Comer, brindar al aire libre y a la orilla de la playa: porque sé que los inviernos son largos y el clima aquí también enfría las relaciones humanas.

Hay mucha gente, como el Rey, que no puede vivir sin música y otros como yo, que no podemos vivir sin libros: estoy tan hastiada que en las noches no quiero leer. De hecho, durante el verano leí sólo dos libros: una novela ligera de Murakami cuyo nombre olvidé ( pues no me gustó) y otra que me cautivó de principio a fin: la extraordinaria «Lolita» de Nabokov – un clásico- que terminé cuando aún no era presa de la saturación mental que me llegó en agosto. Desde entonces, no he vuelto a tomar ni un libro, a pesar de tener algunos en mi lista de espera, porque en las tardes llego con la cabeza a punto de ebullición y no logro concentrarme en gran cosa.

Me siento como un robot que en modo semi-automático cumple con sus obligaciones – como todo mundo- para vivir de manera decente y ofrecerle lo mejor a mi hija. Si bien soy consciente de que mi vida en general está llena de bendiciones; hoy no tengo la certeza de estar viviendo la vida que algún día soñé y en este preciso momento no sé si de verdad tengo otras opciones viables.

El regreso a clases en el Hexágono fue el 04 de septiembre. Inès ya está en «grande section» o tercer – y último- año de escuela maternal. Justo cuando pensábamos darle un giro de 360 grados a nuestras vidas, el destino nos sorprende y la rutina implacable sigue con su cadencia normal. Me siento más agotada y hastiada que nunca y cada que miro a los ojos a mi marido sé que él también se siente igual.

El problema de la vida aquí es que puede llegar a ser muy triste y muy estresante. Una de las cosas que más extraño de mi país de origen es la ligereza del ánimo de la gente que siempre tiene fe en el futuro, que nunca se toma en serio y que aprovecha todas las oportunidades para reír. En Francia no se puede reír de todo, o tiene uno que seleccionar la broma para no herir susceptibilidades… me parece que el pesimismo se generaliza y contagia con facilidad. Me pesa.

Ya tenemos fecha para el anhelado descanso y vislumbramos unos días sin despertador y sobre todo sin prisas. Aunque este año el reposo no lo tomaremos en mi querido México, igual será benéfico. Sin embargo como en cualquier carrera, son los últimos instantes los más pesados y los que parecen más largos. Ya mero, ya merito…

6 comentarios en “Ya merito”

  1. ¡Ánimo!
    Recuerda lo que más de alguna vez hemos comentado: la vida es como el tablero de ajedrez, siempre vamos alternando entre cuadros negros y blancos (que triste destino el de los alfiles).
    A la tormenta sigue la calma; a la noche sucede el día… aceptar con serenidad las reglas del juego llamado vida, es la clave de la auténtica felicidad.
    El tTodopoderoso la ama, los amamos en México ¿quieres más fortuna?

    Papi.

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  2. Hola Alejandra, me uno al comentario de «papi», solo recuerda: Si la vida toda fuera «color de rosa» – ¡Que aburrición al final! – Si no existiera lo feo, como identificar lo bello, etcétera – Existe la Dualidad en todo lo que nos rodea precisamente para «Darle sabor al caldo» y de ahí tenemos la obligación de sacar el coraje para encontrar – y «saborear» – los distintos momentos, los que te quitan el aliento y los que te llenan.
    Recibe desde los Altos de Jalisco El abrazo que les abarque a todos los que amas…

    Adolfo,

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